sábado, 11 de abril de 2009

Enamorarse de las heridas

Las heridas internas más sufrientes tienen una magia especial, una indescriptible atracción. Nada hay tan hechizante como el sufrimiento...
Una vez tuve un clavo
clavado en el corazón,
y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo
de oro, de hierro o de amor.
Sólo sé que me produjo un mal tan hondo,
que tanto me atormentó,
que yo, día y noche, sin cesar lloraba
como lloró Magdalena en la pasión.
Señor, que todo lo puedes,
_le pedí una vez a Dios_
dame valor para arrancar de un golpe
clavo de tal condición.
Y diómelo Dios y me lo arranqué.
Pero...¿quién lo pensara?...Después
ya no sentí más tormentos,
ni supe tan sólo que no sé qué me faltaba en donde el clavo faltó, y me parece...,me parece que tuve añoranza de aquella pena...¡buen Dios!
Este barro mortal que envuelve el espíritu, ¿quién lo entenderá, Señor?
Moraleja:
¡Oh confuso amor!
A veces, te enamoras
más de las heridas
que de la sanación.

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