Las heridas internas más sufrientes tienen una magia especial, una indescriptible atracción. Nada hay tan hechizante como el sufrimiento...
Una vez tuve un clavo
y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo
de oro, de hierro o de amor.
Sólo sé que me produjo un mal tan hondo,
que tanto me atormentó,
que yo, día y noche, sin cesar lloraba
como lloró Magdalena en la pasión.
Señor, que todo lo puedes,
_le pedí una vez a Dios_
dame valor para arrancar de un golpe
clavo de tal condición.
Y diómelo Dios y me lo arranqué.
Pero...¿quién lo pensara?...Después
ya no sentí más tormentos,
ni supe tan sólo que no sé qué me faltaba en donde el clavo faltó, y me parece...,me parece que tuve añoranza de aquella pena...¡buen Dios!
Este barro mortal que envuelve el espíritu, ¿quién lo entenderá, Señor?
Moraleja:
¡Oh confuso amor!
A veces, te enamoras
más de las heridas
que de la sanación.
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