Creo que era yo misma que sentía todo eso, y una manera de soportarlo era cerrar los ojos y soñar que detenía todo aquello, siendo un ángel.
Y ahora al escribirlo, lo pienso, y quisiera volver allí con mi mano adulta y mi experiencia acoger a aquella niña y darle afecto, dulcemente acariciar su cabeza y secar sus lágrimas.
Porque claramente esa fue mi manera de protegerme, siendo un ángel invencible e invisible.
De manera que nada ni nadie me tocara y me hiciera daño.
El año 2012 viví una experiencia muy rara, así como especial, al participar en una constelación familiar. Recuerdo que lloré tanto, pero tanto, liberaba las lágrimas de otra persona, la culpa de otra persona. Y habiendo tenido la oportunidad de liberar mis propias penas, miedos y culpas, nunca me constelé, el miedo y la verguenza superaron mi curiosidad.
Pienso y nada escribo. Las ideas a cerca de mis sentimientos se quedan allí, en el limbo.
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